La quiteña Paulina Mendoza Troya es bióloga, graduada en la Universidad Católica. Está casada con el israelita Eran Shpaier, con quien tiene tres hijos. Trabaja en la empresa Aquatics Hazorea, ubicada en un Kibbutz al norte de Israel, que tiene piscícolas y cría peces para exportación. Vive en Tierra Santa desde hace 24 años. Acompaña su historia en este podcast con Sunflower, una de sus canciones favoritas de Post Malone and Swae Lee.
Redacción Código Vidrio
“En Israel apareció el primer caso de Coronavirus hace tres semanas. Y desde ese momento la rutina para todos empezó a cambiar radicalmente.
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En mi caso, desde el jueves anterior salí de paro por vacaciones obligatorias. Mientras tanto, la seguridad social me paga el 75% de mi salario y el 25% restante la compañía donde trabajo.
Con la crisis por la pandemia, cerraron aeropuertos donde enviábamos los peces y se paró nuestro trabajo, especialmente en Europa. Mi esposo Eran es ingeniero en computación y trabaja para varias compañías. En su caso puede seguir laborando desde casa.
Mi hija Shira terminó el Ejército, que acá es obligatorio para todos, y estaba trabajando como guía acuática, pero por la emergencia volvió con nosotros. Mi otro hijo, Alon, está en el Ejército, haciendo el servicio militar, pero acaba de volver, porque un hombre contagió a un soldado y enviaron a todos los compañeros de su compañía a sus hogares.
Mi hijo menor está en el colegio, que hace una semana se cerró al igual que todo el sistema educativo. Tratamos de ponerle en actividad para que no se aburra.
Un hombre que volvió de Italia trajo el virus a Israel, el mes pasado. Este país es vulnerable porque está lleno de turistas, sobre todo en esta temporada cercana a Semana Santa.
Las últimas semanas también vinieron turistas coreanos que se pasearon por todo el país e infectaron a muchos, uno de ellos el chofer del bus donde se transportaban, un joven de 35 años, que estuvo en estado crítico.
En esta comunidad donde vivimos con otras 500 personas estamos bien organizados; cerró la mayoría de locales, y estamos comprando insumos y alimentos con aplicaciones que tenemos en el celular.
En el país ya no atienden lugares de entretenimiento, en los centros comerciales todo está cerrado menos los supermercados y las farmacias.
La mayoría estamos aislados en la casa, y muchos han perdido su empleo. Mi confinamiento empezó el viernes.
El principal problema del encierro es la incertidumbre de no saber hasta cuando durará y la preocupación principal es no contagiarnos.
Hasta hoy hay unos 900 casos de personas contagiadas en Israel, una persona murió, 20 están en estado crítico.
Últimamente ha salido a la luz cómo el gobierno de Benjamín Netanyahu malgastó fondos del país que deberían haberse dedicado en fortalecer la salud pública o el sistema hospitalario. Pero ese dinero se entregó a los ultraortodoxos y sus escuelas.
En medio de esta crisis, lo bueno del pueblo israelí es su solidaridad. En todo el tiempo que vivó acá no hemos enfrentado una situación parecida, ahora combatimos a un enemigo que no vemos.
Paulina Mendoza vive al norte de Israel con sus tres hijos y su esposo, un ingeniero de sistemas.
Estos días han regresado israelitas de varios países, especialmente de Europa. La suerte de este país es que recibe constantes donaciones de judíos ricos de todo el mundo.
Mi consejo para mis compatriotas es que se cuiden y no se expongan a este virus, que no es ningún chiste, es muy peligroso. La cuarentena no es vacación.
En estas circunstancias debemos ser positivos y vivir lo más normal que podamos. Este virus es una advertencia de la naturaleza de que paremos tanto abuso, de que China deje esa costumbre ancestral de comerse todo lo que se mueve en el planeta. Es una cultura ancestral muy espiritual pero arrasa con todo.
La vida nos está dando una lección enorme, debemos volver a ser más humanos y humildes, dejar a un lado nuestro ego que nos pone en una posición de seudodioses”.
Pauli que gusto que nos ha compartido esa linda reflexión abrazos y a cuidarnos con la bendición de Dios