La última década Ecuador se volvió un actor gravitante en el panorama delictivo global, vinculado a una densa red de actividades ilícitas. Hoy se ubica entre las cuatro naciones con mayores niveles de criminalidad del mundo. El primero es Myanmar seguido por Colombia, México y Ecuador, según el Índice Global de Crimen Organizado 2025.
Redacción Código Vidrio
Ecuador ascendió cinco posiciones respecto a 2023 entre los países más afectados por dinámicas criminales. Para este año nuestro país se ubica entre las cuatro naciones con mayores niveles de criminalidad del mundo, según concluye el último Índice Global de Crimen Organizado 2025, que acaba de difundir este 10 de noviembre la organización The Global Initiative Against Transnational Organized Crime (GITOC).
Este incremento refleja la diversificación de las economías ilícitas, con un mercado de cocaína más fragmentado, el crecimiento de la minería ilegal, el tráfico de armas, la expansión de la extorsión, así como una fragmentación de los grupos criminales, sin precedentes.
Una de las consecuencias de esa atomización es la disputa sangrienta dentro y fuera de las prisiones de los grupos delictivos. El último acontecimiento de este tipo ocurrió en la cárcel de Machala este domingo 9 de noviembre, que dejó un saldo trágico de, al menos, 32 presos asesinados y más de 40 heridos. La masacre habría sido desatada por una disputa territorial de las bandas Los Lobos y Los Sao Box, según el ministro del Interior, John Reimber. Sucesivamente el gobierno anunció que se estaba concretando el traslado de decenas de presos peligrosos a la cárcel de El Encuentro, en Santa Elena, donde los reos estarán sometidos a un régimen severo y restrictivo.
Desde que el gobierno de Daniel Noboa declaró el conflicto interno armado a 22 grupos criminales, en enero de 2024, los enfrentamientos con muertes en varias cárceles han continuado, evidenciando una debilidad oficial para controlar los presidios, donde hay una presencia permanente de militares y policías.
Precisamente por ese factor, en Ecuador la capacidad de respuesta del Estado (medido en este estudio global como RESILIENCIA) también retrocede cinco puestos en comparación con 2023 en el índice de GITOC.
¿A qué se debe este retroceso? Sobre todo a dos factores:
-Falta de liderazgo político y estrategia multidimensional.
-Escasa transparencia y limitada rendición de cuentas.
Esto, según indicó Renato Rivera, uno de los expertos ecuatorianos que participó en el informe, obstaculiza una respuesta efectiva frente a la crisis de seguridad, que atenaza al país hace más de cinco años.
Este 2025 la tasa de homicidios en Ecuador llegará a un nivel histórico de muertes violentas: 50 por cada 100 mil habitantes.
La última década Ecuador se volvió un actor gravitante en el panorama delictivo global, vinculado a una densa red de actividades ilícitas. Así el crimen reorganizado ha sido capaz de reaccionar eficazmente a las contramedidas y a las cambiantes condiciones socioeconómicas y políticas, que lo moldean continuamente en diversos países, según el reporte de GITOC.
La tercera edición del Índice incluye datos sobre criminalidad y resiliencia frente al crimen organizado para los 193 Estados miembros de la ONU. El informe demuestra cómo el crimen organizado y la resiliencia han evolucionado a lo largo de los últimos cuatro años desde la publicación del primer Índice.
El crimen organizado es fluido: se adapta a los contextos cambiantes, capitaliza las vulnerabilidades emergentes y explota las intersecciones entre la gobernanza incoherente, las presiones económicas y el cambio tecnológico. Si bien ciertos mercados ilícitos, actores y patrones de respuesta muestran una notable persistencia a lo largo del tiempo, lo que realmente define la trayectoria del crimen organizado son los momentos de inflexión, de quiebre: los puntos en los que los patrones arraigados comienzan a cambiar y el ecosistema criminal se reorganiza, destaca el informe.
Históricamente, estos cambios se han desarrollado a menudo de forma gradual, manifestándose a lo largo de extensos periodos, que se remontan en el siglo pasado a la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, en los últimos años, estas dinámicas se han vuelto más abruptas y fluidas, desencadenadas por eventos como conflictos, avances tecnológicos, crisis económicas o cambios en las alianzas dentro de un orden multilateral en constante evolución.

La pandemia de COVID-19 es un ejemplo contundente. En cuestión de meses, los grupos criminales se adaptaron a las restricciones globales y a las interrupciones en la cadena de suministro, recurriendo a nuevos mercados y métodos ilícitos. Estas coyunturas marcan puntos de inflexión, cuando se rediseñan las rutas del tráfico, los grupos criminales se consolidan o se fragmentan, los mercados ilícitos se diversifican en nuevos ámbitos y las medidas de resiliencia se adaptan o se quedan rezagadas. Estos momentos redefinen la escala, el alcance y el impacto del crimen organizado a nivel planetario. Precisamente después de la Pandemia, en Ecuador y toda la región los carteles del narcotráfico aceleraron la diversificación de su portafolio criminal, y entraron de lleno en la explotación y exportación de oro proveniente de fuentes ilegales, provocando daños severos en la Amazonia.
Esta tercera edición del Índice demuestra que el mundo se encuentra en una coyuntura crítica, como nunca antes en su historia. Basándose en cinco años de datos recopilados, los resultados muestran que el crimen organizado ha llegado a un punto de inflexión. Si bien persisten tendencias arraigadas, como la expansión de mercados como el narcotráfico, la explotación humana y los delitos financieros, estas se están volviendo más complejas y se entrelazan con transformaciones macroeconómicas en geopolítica, tecnología, estrés ambiental y conflictos. Estas convergencias no solo refuerzan las dinámicas existentes, sino que también generan nuevas formas de delincuencia más adaptables, interconectadas y difíciles de combatir.


Los resultados son contundentes. Por ejemplo, las puntuaciones de los delitos financieros y cibernéticos se han disparado desde la edición de 2023. Este aumento se debe a la transformación digital, en particular a la creciente adopción de la inteligencia artificial. Los actores extranjeros y del sector privado están adquiriendo mayor protagonismo, lo que refleja la creciente interconexión transfronteriza y entre las cadenas de suministro lícitas e ilícitas. Los mercados de drogas también están cambiando: las drogas sintéticas y la cocaína están en auge, mientras que el cannabis y la heroína están perdiendo terreno.
Estos acontecimientos no son aislados: son manifestaciones de cómo las grandes tendencias globales están transformando el panorama delictivo, ampliando su alcance y aumentando su complejidad. Y las respuestas tradicionales a la delincuencia organizada transnacional se están viendo cuestionadas.
El análisis de los resultados del Índice 2025 revela que no solo importan los niveles de criminalidad, sino también los cambios en sí mismos: cómo evolucionan los mercados, cómo se adaptan los actores y cómo cambian las medidas de resiliencia en respuesta. Es probable que estos puntos de inflexión tengan la mayor influencia en la manifestación del crimen organizado en los próximos años. Partiendo de los datos de ediciones anteriores, esta también busca demostrar cómo podrían desarrollarse las tendencias futuras en materia de criminalidad.
En consonancia con esto, el Índice 2025 adopta un enfoque diferente al de sus predecesores. Mientras que las ediciones anteriores ofrecían un análisis exhaustivo de los resultados globales y regionales, este informe se centra en captar los cambios en el panorama delictivo en un momento de inflexión mundial.
En lugar de presentar únicamente los niveles de criminalidad y resiliencia, se centra en las áreas temáticas donde el cambio ha sido más pronunciado, situándolas en el contexto geopolítico, tecnológico y financiero más amplio: la encrucijada en la que se encuentra el mundo actualmente.
Para ilustrar estas transformaciones, el informe destaca cinco áreas en particular:
1. El cambio de predominio en los mercados de drogas.
2. Un aumento de las formas no violentas de delincuencia organizada.
3. El creciente comercio de productos falsificados en un contexto de inestabilidad de la economía mundial lícita.
4. La creciente influencia de actores extranjeros y del sector privado.
5. La creciente presión sobre la cooperación internacional y los sistemas judiciales y penitenciarios.
⇒ En conjunto, estos temas demuestran cómo el crimen organizado no solo se está expandiendo, sino que se está reorganizando de forma fundamental. La evidencia apunta a cambios profundos en la dinámica del panorama delictivo. En este sentido, el Índice 2025 pretende no solo medir la criminalidad, sino también captar su evolución para revelar cómo el ecosistema delictivo se transforma, se adapta y se reconfigura en momentos de cambio global.
La edición de este año del índice introduce, por primera vez, un componente de pronóstico que proyecta la trayectoria de la criminalidad durante los próximos cuatro años. Para ello, se identificaron 21 países en función de su posición en la matriz de vulnerabilidad y la probabilidad de alcanzar, con el tiempo, el cuadrante de referencia de baja criminalidad y alta resiliencia. Posteriormente, aplicaron el modelo de predicción a estos países para pronosticar sus posibles trayectorias. Si bien los pronósticos suelen indicar un aumento de los niveles de criminalidad, también subrayan el papel de los Estados, destacando no solo los riesgos proyectados, sino también el potencial de reformas a nivel estatal que pueden modificar estas trayectorias.
Mientras tanto, un análisis complementario examina la relación entre la resiliencia y los actores estatales, el tipo de actor criminal más influyente en las tres ediciones del Índice. Los resultados demuestran que, incluso cuando el aumento de la delincuencia parece inevitable, los estados conservan una considerable capacidad para influir en los resultados y orientarlos hacia una mayor resiliencia y una menor delincuencia. Además, como demuestra el análisis posterior, esto podría lograrse mediante reformas específicas en lugar de reformas institucionales a gran escala.
Si bien el informe presenta un análisis del crimen organizado desde una perspectiva global, se complementará con una próxima serie de cinco informes que examinarán con mayor detalle la dinámica continental. Dado que la criminalidad y la resiliencia están condicionadas por factores regionales específicos, este análisis resulta fundamental. Por consiguiente, la serie complementaria está diseñada para captar las variaciones regionales y ofrecer una comprensión más profunda de cómo se manifiestan el crimen organizado y la resiliencia en distintas partes del mundo.