La recaptura de José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, es solo la punta del iceberg. Debajo han permanecido ocultos hechos inéditos que el medio estadounidense The Washington Post reveló este domingo 6 de julio en un amplio reportaje. La detención del capo fue el resultado de una búsqueda sistemática de más de un año de un equipo élite de inteligencia militar, en coordinación con un grupo especial de la Policía, que avanzaban indistintamente de las conversaciones que Fito y sus intermediarios tenían, por cuerda separada, con funcionarios del gobierno, agentes estadounidenses de la DEA y autoridades colombianas. Fito buscaba, según declaró tras su detención, asegurar a toda costa su extradición a Estados Unidos. En ese contexto, la fiscalía estadounidense ya había iniciado el caso penal en contra del líder de Los Choneros en el Departamento de Justicia.
Redacción Código Vidrio
Los agentes de inteligencia llevaban más de un año tras la pista del narcotraficante fugitivo, José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, en una operación de alta prioridad a la que denominaron «Zeus II». Buscaron pistas de su paradero en varios países; en un momento dado, incluso creyeron que se escondía al otro lado de la frontera, en una zona remota de Colombia, según publica este domingo The Washington Post https://www.washingtonpost.com/world/2025/07/06/fito-captured/.
En cambio, el líder de Los Choneros se refugiaba en una lujosa casa con paredes de mármol que las autoridades ya habían allanado al menos tres veces, en Montecristi, Manabí, una zona que controlaba desde hacía mucho tiempo, donde disfrutaba de todas las comodidades, incluidos un gimnasio y una piscina cubierta.
Según la nota del medio estadounidense, firmada por Samantha Schmidt y Arturo Torres, las fuerzas de seguridad supieron que estaban cerca el 25 de junio pasado cuando descubrieron, en un allanamiento a esa vivienda, a su hija de 3 años, los medicamentos que conocían que tomaba para la gastritis crónica, así como prendas personales, perfumes y otros objetos.
Pero ese día, mientras lanzaban gases lacrimógenos dentro de la propiedad, el líder de los Choneros no aparecía por ningún lado. Sospechaban de un búnker oculto. Y tendrían que excavar debajo de la casa, contra el tiempo.
«Entren, con fe», le dijo un alto oficial a un agente de policía que participaba en la operación de inteligencia, en coordinación con un equipo élite del Ejército, que lideró la operación. “Busquen como puedan. Usen todos los medios a nuestro alcance. Pero tenemos que encontrarlo”, describe el Post.
Mientras las fuerzas de seguridad excavaban, Fito temió que el búnker se desplomara sobre él. Salió de una puerta secreta en el suelo de una lavandería y se encontró en la mira de un militar, sorprendido al reconocerlo, pero listo para reaccionar con su arma, apuntándole a la cabeza.

La captura -según el Post- fue una victoria simbólica para el presidente Daniel Noboa, el heredero millennial de los negocios de un emporio bananero. Él ganó la reelección este año con la promesa de contener la violencia criminal que ha convertido a esta otrora pacífica nación sudamericana en un campo de batalla del narcotráfico.
Noboa declaró la guerra a los grupos criminales, a los que denomina narcoterroristas, el año pasado, días después de la fuga de Fito.
Como líder de Los Choneros, según la fiscalía estadounidense, Fito colaboró con el Cártel de Sinaloa de México para enviar cargamentos de varias toneladas de cocaína a Estados Unidos y otros países. En una acusación formal, desvelada en abril, lo describieron como un «líder despiadado y prolífico narcotraficante de una violenta organización criminal transnacional» que contrabandeaba ametralladoras de uso militar, rifles de asalto y granadas desde Estados Unidos y utilizaba sicarios para secuestrar, torturar y asesinar. Bajo el liderazgo de Fito, la organización atacaba a policías, políticos, fiscales y civiles, utilizando amenazas, sobornos y corrupción para construir y proteger un imperio de la cocaína.


Este reportaje del Washington Post incluye detalles no divulgados previamente sobre la captura de Fito, se basa en entrevistas con tres altos funcionarios de seguridad e inteligencia que ayudaron a supervisar la operación, así como en documentos, videos, fotos, grabaciones, informes de Inteligencia y una transcripción de conversaciones grabadas con el propio Fito, después de su recaptura. Los funcionarios hablaron bajo condición de anonimato.
El ministro de Defensa Gian Carlo Loffredo, al día siguiente de la detención de Fito, afirmó que el arresto demostraba que el gobierno de Noboa no negocia con criminales. «No hay ningún acuerdo aquí y nunca lo ha habido».
Sin embargo, tres funcionarios de seguridad que participaron en el operativo de búsqueda desde hace meses afirmaron que el gobierno sí negoció con Fito una posible entrega.
Los contactos con la DEA
Según el Washington Post, un informante, que actuó como intermediario de Fito, contactó a funcionario de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) para intentar ayudarlo a negociar su extradición a ese país, en cuyo sistema penitenciario creía que estaría más seguro, según un funcionario de inteligencia ecuatoriano. El funcionario afirmó que la DEA habló luego directamente con Fito, por medio de una videollamada.
La DEA y el Departamento de Justicia declinaron hacer comentarios, ante los pedidos del Post. Sin embargo, Fito, tras su captura, declaró a autoridades ecuatorianas que había hablado con la agencia. “Estaba hablando con la DEA y usted lo sabe, ministro”, le dijo al ministro del Interior tras su captura, según una transcripción de un audio revisada por el Washington Post. “Quería entregarme y decirles algunas cosas”.
Parece que Fito -según el reportaje- podría conseguir al menos parte de lo que quería. Las autoridades locales afirman que han adelantado su traslado a custodia estadounidense y esperan que las autoridades de ese país formalicen el pedido de extradición en la Corte Nacional de Justicia.

Pero las negociaciones para la entrega fracasaron. Cuando los agentes de inteligencia recibieron un aviso de una fuente humana con las coordenadas de la ubicación de la casa donde estaba Fito, decidieron actuar. Era el 19 de junio. Entonces realizaron reconocimientos terrestres y aéreos identificando la vivienda con alta seguridad y artículos infantiles. En el lugar observaron tres hombres, uno con rasgos muy similares a Fito, otro con apariencia de guardaespaldas y tres perros.
La cacería del capo
Desde la cárcel -detalla el Post- Fito lideró una organización criminal que llegó a tener 5.000 miembros dentro del sistema penitenciario y 7.000 más allá. Controlaban la penitenciaría del Litoral, contrabandeando drogas, teléfonos y armas a su antojo. Fito incluso grabó un video musical de alta producción desde el interior de la prisión, presentándose como una especie de Pablo Escobar moderno. «Es el jefe y patrón», cantaban sus hombres en el video.
Los Choneros habían contribuido a convertir a Ecuador en un importante punto de tránsito de cocaína y en uno de los países más violentos de la región. Tras la toma de posesión de Noboa, se comprometió a restablecer la seguridad sin negociar con las organizaciones criminales del país. Anunció planes para restablecer la ley y el orden en el sistema penitenciario. «Simplemente no se lo digan a Fito», dijo en una entrevista televisiva, el año pasado.
A principios de enero de 2024, el capo de la droga escapó. Los agentes de inteligencia supieron que había recibido información sobre los planes para reubicarlo y simplemente salió por la puerta principal, porque temía ser asesinado.
En cuestión de días, disturbios en la prisión, coches bomba y un atentado contra una transmisión de noticias en vivo llevaron a Ecuador al borde del colapso. Noboa declaró el estado de conflicto armado interno, nombró a 22 bandas criminales como organizaciones terroristas y permitió que las autoridades movilizaran al ejército contra ellas.
Durante el siguiente año y medio, uniformados del Ejército y la Policía buscaron al narcotraficante en Ecuador, confiscando sus negocios y bienes, allanando sus propiedades, capturando a sus sicarios y, finalmente, arrestando a personas de su círculo íntimo, incluyendo a su pareja. El ministro del Interior, John Reimberg, describió esto como una operación psicológica para que Fito perdiera el control de sus acciones.
Las autoridades habían registrado la casa cerca de Manta al menos tres o cuatro veces, según dos agentes confirmaron. En una grabación de audio obtenida por The Post, un aliado de Fito le dijo a otro informante que las autoridades «registrarían todo y luego se irían… No consiguieron ni una sola pistola».
Un informante proporcionó a las autoridades grabaciones de video de Fito entrenando en un gimnasio en la casa y en su dormitorio. La misma persona se contactó con la DEA, en nombre de Fito, según un funcionario de inteligencia. Abogados y otros intermediarios de Fito contactaron a funcionarios de la administración de Noboa, según tres personas familiarizadas con las conversaciones.


En un momento dado, la embajada de Colombia en Ecuador recibió una carta de Fito solicitando la ayuda del país. En la carta, obtenida por The Post, Fito expresó su temor de que Ecuador lo enviara a CECOT, la megaprisión de máxima seguridad en El Salvador a la que la administración Trump ha enviado a migrantes detenidos.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia confirmó que su embajador recibió la carta el 9 de junio, pero afirmó que no podía verificar su autenticidad y que no había dado respuesta a la solicitud.
El 19 junio, una fuente humana les entregó a los agentes las coordenadas donde Fito se escondía, en un búnker en la casa cerca de Manta, y que estaba bien armado. Las autoridades sobrevolaron la propiedad con drones y observaron su estricta seguridad: gruesos muros de concreto y acero, portones con doble blindaje, cámaras de circuito cerrado de televisión y hombres y perros de guardia, detalla la crónica del Post.
También vieron juguetes infantiles junto a la piscina. Eso significaba que Fito y su hija podrían estar allí.

La captura
Un equipo de 300 militares, armados con rifles y otras armas, se desplegó en Manta antes del amanecer. A las 5:30 de la mañana, usaron escaleras para escalar los muros exteriores de la propiedad. «¡Sube! ¡Sube!», gritó un oficial en la oscuridad, mientras sonaban las alarmas de la vivienda.
Los uniformados entraron corriendo a la casa, pasaron junto a los perros que ladraban. Llegaron a las habitaciones, junto a una mesa de billar y bajaron por una escalera de caracol, gritando «¡Al suelo!» a todo el que encontraron a su paso, describe el relato del Post. Detuvieron a seis adultos, incluyendo a la enfermera de Fito, dos hombres que lo ayudaban con las tareas de la casa, una cocinera y la niñera de su hija. Encontraron colonia y ropa suya, licores finos. Pero no encontraron al cabecilla de Los Choneros.
Entonces los militares apagaron, sin saberlo, un generador que proveía de energía eléctrica al búnker de Fito. Usaron equipos de escaneo, que llevaron policías de una unidad élite, para buscar estructuras subterráneas ocultas detrás de paredes y lozas, pero no encontraron nada. El ministro del Interior envió una retroexcavadora. «Destruyan la casa», les dijo a los funcionarios que dirigían la operación, según un funcionario. Pero sin saber exactamente dónde estaba Fito, les preocupaba enterrarlo vivo.


La excavación hizo temblar el techo del búnker de Fito. Las autoridades dicen que entró en pánico. Apresurado subió por una escalera para salir. Atravesó una puerta pequeña, oculta en el suelo del lavadero de la casa. Chocó con un soldado, lo empujó a un lado y siguió caminando. Luego se encontró, cara a cara, con el jefe del operativo. El oficial le apuntó con un arma a la cabeza, le ordenó que levantara las manos, lo tiró al suelo y lo esposó.
Poco después fue trasladado por vía aérea a la Roca, una prisión de máxima seguridad en Guayaquil.
«Hoy, este narcoterrorista está donde debe estar, en La Roca», declaró a la prensa el ministro de Defensa, Loffredo. «Mediante una operación quirúrgica, logramos aprehender al criminal más buscado de todos los tiempos en Ecuador».
Unidades de inteligencia de la Policía y el Ejército encontraron posteriormente un segundo búnker con 15 pistolas, dos revólveres, dos rifles y 2.000 cartuchos, además de 19 relojes, docenas de anillos y brazaletes, y 7.600 dólares en efectivo.

La captura representa un triunfo político para Noboa, según el analista de seguridad Fernando Carrión, pero cualquier refuerzo «probablemente se verá afectado por todos estos factores que aún no están claros». Las noticias sobre las conversaciones del gobierno con Fito han generado controversia.
«A pesar de mi errores me siento bien»
Mientras se encontraba oculto, Fito seguía liderando a Los Choneros a través de su segundo al mando, un pariente cercano, según un funcionario de inteligencia. No está claro cómo afectará su captura a la organización. En un informe interno, funcionarios de inteligencia advirtieron que su captura podría desatar violencia entre los tenientes que compiten por reemplazarlo. También podría inspirar a bandas rivales a luchar por el control de corredores de narcotráfico o alianzas criminales, indica el diario estadounidense.
Por ahora, Fito espera su extradición a Estados Unidos. Ha declarado a las autoridades que lo mejor para él es ser enviado a Estados Unidos.
«No soy como me pintan», dijo, según una transcripción de un audio grabado el momento de su captura, haciéndose eco de la imagen de Robin Hood que retrata Escobar. «He intentado cambiar la vida de muchas personas, y lo he hecho. ¿A cambio de qué? De nada. De nada».
«Me siento bien, a pesar de todos los errores que he cometido», dijo. «Me siento bien».