La Maná, en Cotopaxi, es un puente megadiverso único entre Cotopaxi y Los Ríos. Sus hermosos parajes naturales, el agua (su recurso más preciado), la historia y la leyenda confluyen. Además de su megadiversidad, es un patrimonio arqueológico. Es considerada la última morada de los incas-quiteños y de su monarca Atahualpa.
Por Ana María Carvajal
Fotos de Armando Prado
Todo en La Maná es único. Desde su historia, el modo en que nació como cantón, cómo se pobló, cómo ha crecido, las historias que forman parte de su imaginario colectivo. Y ese es precisamente el centro de su encanto, que ha dado origen a leyendas que son un patrimonio de los habitantes de esta zona megadiversa, rica en bosques primarios y fuentes de agua, sumamente apreciadas, por su riqueza mineral.
La Maná se volvió un foco de atención desde el mes pasado cuando se conoció que hace ocho años la empresa minera Comiange estaba contaminando su frágil ambiente, arrasando con su flora y fauna, por prácticas extractivas ilegales, sin contar con licencias ambientales. Eso con la complicidad y silencio de funcionarios de organismos de control. La semana pasada la justicia ordenó la suspensión de toda actividad minera de esa empresa.
El miércoles pasado un equipo de Código Vidrio se trasladó a esa zona. Para llegar a La Maná desde Quito hay que tomar la Panamericana Sur y desviarse por la ruta La Maná-Pujilí-Latacunga. El día está despejado y nos permite apreciar paisajes de ensueño, con multicolores parches de sembríos, en las laderas de los montes, que contrastan con la vegetación endémica de la zona. Es una ruta culebrera y de descenso pronunciado que tiene numerosos miradores, con vistas espectaculares, en las comunidades de Zumbahua, Tigua, Apagua, Pilaló…
En el trayecto, los matices del verde van cambiando y también los naranjas, amarillos, rojos y rosas de flores y hojas. Entre más se aproxima al subtrópico, los cerros y montañas se vuelven más densos en vegetación; el frío intenso del páramo, -que en ciertos puntos baja los cero grados-, va cambiando y elevándose hasta bordear los 24 o 25 grados cuando se llega a La Maná, ubicada en una zona subtropical de mucha humedad.
En las calles principales de este pequeño poblado hay movimiento. Una de las más concurridas es la av. 19 de Mayo, donde se encuentran decenas de restaurantes de comida tradicional ecuatoriana e internacional. En esa vía también se encuentran los principales hoteles de la ciudad.
Otro punto concurrido es el Parque Lineal La Pista. Allí, las familias salen con los niños a jugar incluso por las noches, los atletas corren en la pista. Otros simplemente pasean o aprovechan para comer en los restaurantes que hay en los alrededores. La zona es muy segura.

Pero, sin duda, la riqueza vital de La Maná está fuera de su centro poblado. Sus atractivos se entremezclan entre sus hermosos parajes naturales, ríos y cascadas, la historia y la leyenda. Sus atributos privilegiados como uno de los polos energéticos del planeta que algunos estudiosos destacan. Este cantón cotopaxense está a 20 minutos de Valencia y a 40 minutos de Quevedo, en la provincia de Los Ríos.
En esa zona aún hay varias hectáreas de bosque húmedo subtropical, que se forma entre 200 a 600 metros sobre el nivel del mar y que colinda con El Chocó, según el biólogo Santiago Yerovi. Allí, la temperatura fluctúa entre 24 y 28 grados y la humedad puede llegar al 90 %, ya que la lluvia puede superar los 4.000 milímetros cúbicos al año. Precisamente el agua es la que sostiene este ecosistema, tanto desde el cielo como de fuentes subterráneas.
Para comprender mejor ese universo natural único, Yerovi está levantando un estudio que tomará un año. El biólogo afirma que existe muy poca información sobre la riqueza del bosque de La Maná, donde en pocos minutos se puede constatar la presencia de hasta 30 especies de aves y 300 tipos de insectos. Esa es solo una primera aproximación a este bosque en el que, además, hay todo un mundo de anfibios, reptiles, mamíferos aún por explorar. Por ejemplo, se han visto varios tipos de lagartijas, serpientes equis, dos especies de coral, entre otras.

Un descubrimiento inesperado cambió la historia de La Maná
Un personaje del que todo lamanense ha oído hablar es el “doctor Sotomayor”. Así lo llaman siempre y todos tienen su propia versión sobre lo que él descubrió, porque es importante para ese lugar. Dos años antes de que La Maná lograra su ansiada cantonización, ocurrió un hecho misterioso, desconcertante. Guillermo Sotomayor había explorado años atrás sus tierras y extrajo oro de ese rico bosque húmedo y caluroso. También encontró vestigios arqueológicos que fue coleccionando. Pero un día empezó a tener experiencias que lo detuvieron en su afán minero.
La gente en La Maná afirma que Sotomayor encontró varias rocas, algunas en forma de pirámide y una de ellas se asemejaba a aquellas que se asocian a la cultura masónica y que, según la gente de La Maná, es una antena cósmica. Esta se complementaría con la pirámide Guiza en Egipto, y con una hallada de lo que hoy es Irak, que fue entregada por masones expulsados a Benjamin Franklin en la naciente república de Estados Unidos. Es la imagen que habría inspirado al famoso diseño del billete de un dólar. El mito dice que la tercera pirámide es la que Sotomayor habría encontrado en La Maná, exactamente a una distancia que representaría el 30% de la tierra de la gran pirámide de Egipto.
Sin embargo, su hija Alegría Sotomayor en una entrevista la medio Tours en Ecuador Xplorer, relató que a inicios de los ochenta su padre le contó que soñaba y visualizaba imágenes y las tallaba. Entre ellas estaban las famosas pirámides y una serpiente. Lo hacía porque creía que tenían un significado. “Es increíble, es un secreto que se llevó a la tumba. Él tenía su laboratorio, se despertaba a la medianoche y decía tuve un sueño y se ponía a dibujar. Me preguntaba ¿qué te parece? Le decía ¿qué es? Y él me respondía: ‘yo no lo sé’”.
§ La Maná, en Cotopaxi, es un puente entre la Sierra y la Costa. Está situada a unos 150 km de Latacunga y a 33 kilómetros de Quevedo. Es una zona agrícola exportadora de banano, tabaco fino, cacao, café, abacá, yuca (mandioca) y plátano verde. También es rica en minerales, especialmente oro. Tiene unos 42 mil habitantes. Además de sus riqueza en biodiversidad, de fuentes de agua y minerales, es un patrimonio arqueológico. Es considerada la última morada de los incas-quiteños, donde se rendía culto al malqui Atahualpa, último monarca del Tahuantinsuyo. §
Germán Albán, arquitecto y promotor de la cantonización a inicios de los años 80, dice que los mandalas o las rocas de La Maná son solo un componente de un lugar que es un centro sobre el que se teje el misterio. Sobre esta historia se construyó un mito que se alimenta de la energía que se siente claramente en este pueblo mágico, rodeado por más de veinte cascadas en su jurisdicción y cantones vecinos de Pujilí y Pangua. Su suelo es rico en minerales y perfecto para cultivar banano, cacao, palma, caña de azúcar, café, brócoli, naranja, mandarina, maracuyá y otras delicias. De hecho, el suelo de La Maná es de los más fértiles de Cotopaxi y en su parroquia rural, Pacayacu, se desarrolla una feria de ganado bovino que permite un intercambio comercial entre la sierra y la costa.
Las historias que relata la gente van desde que Sotomayor construyó un ovnipuerto y que aún hay muchos misterios que esconde el bosque, las piedras y las pirámides colocadas en los tanques que construyó en las fuentes de agua viva. Además de la primera marca Agua Viva, que comercializó luego de descubrir que en sus terrenos, mucho más preciado que el oro, era el agua que proviene desde el volcán Cotopaxi, por debajo de la tierra. Fue esa misma agua milagrosa la que, según los relatos familiares, salvó la vida de su hija Alegría, cuando los médicos decían que no había esperanzas de que sobreviviera.

Tanto se extendieron las historias de ovnis y sucesos extraños por la energía de la zona, que los trabajadores de la embotelladora Splendor comentan que inclusive una acaudalada empresaria construyó hace algunos años en esta zona un búnker para refugiarse, cuando se vaticinaba que el mundo se acabaría en 2012.
Ese acontecimiento no ocurrió pero la construcción sigue allí como un testimonio de esa historia, muy cerca de un resort, en forma de pirámide, que está próximo a inaugurarse y empleará a habitantes de esta zona, como un polo de desarrollo turístico.
Mucho de ese misticismo se conserva en la tecnología que hoy todavía se usa en Estero Hondo para obtener el agua de esa zona. El agua se extrae de los acuíferos y viaja por tuberías de acero quirúrgico e imanes con el fin de garantizar que mantenga sus propiedades hasta llegar a los consumidores. Este proceso es aplicado precisamente en la planta de Splendor.
Naturaleza, vestigios y caminos por explorar
La Maná como hoy se conoce es un pueblo muy joven. Su iglesia, que es uno de sus atractivos, se construyó apenas en 1953 y su carretera hasta esa época era conocida como la vía las Siete Lomas, de acceso de Pujilí a Quevedo. Tiene tres parroquias, la más grande, La Maná, que es la única urbana, y Guasaganda y Pucayacu, que son rurales.

Sus atractivos están dentro de sus límites como sus vecinos, pero su gente afirma que La Maná es el centro de operaciones, pues la zona urbana de Pujilí está a 2 horas y 40 minutos de sus límites con el siguiente cantón.
Algo parecido ocurre con Pangua. Uno de los atractivos de la zona es el río Calope, que es el límite natural entre ambos cantones. Unos metros más adelante están las Siete Cascadas, que están en un terreno privado, al que se puede acceder por un dólar de entrada. Están ubicadas en el Recinto La Envidia, que pertenece a Pangua. Allí trabaja Benito Ramos, quien recibe a los visitantes que suelen recorrerlas en una o dos horas.
Algunos prefieren acampar y allí les prestan el servicio. Ramos cuenta que la llegada de turistas ha aumentado, porque la Prefectura recientemente habilitó un paso provisional por el río para vehículos. Por más de un año, la gente solo podía avanzar a pie, pues el río creció en marzo de 2023 y se llevó el puente.

La Tumba de Atahualpa
El lugar es atractivo para ecuatorianos y extranjeros. El último miércoles de junio, Fanny Calvache, de Latacunga, llevó a unos amigos y a su familia a visitar las cascadas, para que pudieran disfrutar de la comida, la naturaleza y la hospitalidad de los lugareños. La idea era aprovechar la visita de Érika Haro, de 18 años, quien es hija de un manabita y una salcedense, pero nació en Barcelona, España y vive allí. Para ella es una experiencia emocionante disfrutar de la libertad que siente en medio de los parajes naturales de Ecuador. “Han sido días increíbles”, dice.
Uno de los rincones que más historia y misterio encierran son las ruinas de Malqui Machay, en la parroquia Guasaganda. Este lugar es considerado la posible tumba de Atahualpa, según la teoría de la historiadora Tamara Estupiñán, quien señala que su nombre sería una clara pista: Malqui significa cadáver del Inca, y Machay describe un sitio de descanso final. Ella hizo una larga investigación documental e in situ y encontró las ruinas en ese lugar, pero su trabajo está en suspenso. Sin embargo, se pueden conocer los vestigios ya expuestos y contagiarse del misticismo del lugar. El ingreso es por un camino en la vía entre Chugchilán y Pucayacu.

En La Maná hay varios sitios para hospedarse. Uno de ellos es El Refugio de Grace Hotel, de Holger Cepeda y Carmita Zambrano. Cepeda cuenta que cada vez que llegan visitantes les recomienda visitar ese lugar, pero también la Cascada del Milagro, en Pujilí, el Guadual, los cerros Tilipulo, La Maná y La Virgen, la cascada Lomapí y comer delicias de verde, yuca y carnes preparadas con ganado criado en la zona. La cascada del Oso o La Cueva de los Murciélagos son otras alternativas.
A Cepeda, como a muchos de los tenderos y meseros y dueños de otros locales de La Maná le gusta contar historias curiosas. Por ejemplo, les relata la vez cuando el ingeniero Sotomayor, dueño del Estero Sagrado, en ese entonces se candidatizó a presidente de la República. “Él decía que con el oro del Estero Hondo se pagaría la deuda externa y que el agua sería el negocio del futuro. Yo creo que no se equivocó”, dice.
Aunque en principio él fue de los promotores de la minería y, según cuenta Albán, tenía sacos llenos de oro en su oficina, luego entendió que era más importante cuidar el medioambiente y apoyó los sueños de volver cantón a La Maná. Como todos, era un migrante que se enamoró de ese lugar: Cepeda nació en Puembo, Sotomayor era de Quevedo y Albán de Latacunga. Los tres se encontraron en La Maná y la vieron crecer hasta convertirse en el cuarto cantón más poblado de Cotopaxi, con sueños de crecer, sin perder su encanto natural.
Albán cuenta que en medio de la década que tomó la cantonización y los eternos viajes hacia Quito por la sinuosa carretera, un día Sotomayor les regaló media barra de oro. El comité de cantonización compró la otra mitad y tallaron en el lingote: La Maná. Lo trajeron con cuidado a Quito y se lo entregaron como un símbolo de la riqueza que significaba su tierra para el país al entonces presidente del Congreso, Raúl Baca Carbo. Entre risas, recuerda que el político lo recibió con gusto y agradecimiento. Hubo abrazos y optimismo, pero la meta no se logró.
La Maná se convirtió en cantón el 19 de mayo de 1986, cuando Averroes Bucaram dirigía el parlamento y León Febres Cordero presidía el Ecuador. Los lamanenses celebraron su triunfo en el Congreso y claro, al regresar a su tierra organizaron su primer comité de fiestas. Desde entonces, cada año en esa fecha hay algarabía en sus calles.
Profesional como siempre apreciados Arturo y Anita María.
Excelente artículo, solo falta comentar quien realizó la explotación del yacimiento de oro de Estero Hondo en la década de los 90, es un dato importante para el desarrollo del cantón
Saludos
La Maná es una ciudad muy hermosa sobre todo lo natural q Dios a creado allí,es una verdadera obra artística de Dios! Sus habitantes son personas con mucha cultura de la buena gente muy muy trabajadora q aportan positivamente a la produción y desarrollo del Ecuador. La Maná es La Maná!!