El soldado Wilson Ilaquiche, otra víctima de los hombres de Guacho

Fue una travesía incierta y solitaria, en medio de engaños y dilaciones. El 20 de febrero, los familiares del soldado ecuatoriano Wlson Ilaquiche encontraron sus restos en el Departamento Legal de Tumaco, en Colombia. Sus parientes lo buscaron sin descanso durante diez meses. El cabo segundo fue secuestrado el 12 de mayo del 2018 en el poblado fronterizo de Tobar Donoso, por colaboradores del Frente Oliver Sinisterra. Según el certificado de defunción fue asesinado con varios disparos. Sus familiares revelan por primera vez su dolorosa búsqueda y los engaños que sufrieron de las autoridades de la Fiscalía y la Policía, que les pidieron guardar silencio sobre la cadena de negligencias y tergiversaciones.

Por Arturo Torres

Pocos días antes de ser secuestrado, el cabo segundo Wilson Ilaquiche, de 29 años, temía por las acciones de los alzados en armas, que operan en el poblado fronterizo de Tobar Donoso.

“Hola mamita, espero que estés bien, estoy de guardia, amanecido, con un poco de miedo, porque ayer a las 7 de la noche se vio una luz aquí al otro lado, que es Colombia, que parecía de los guerrilleros… en fin todos estamos bien, no pasó nada, saludos a mis hijos y a mis sobrinos”.

Soldado Wilson Ilaquiche mostrando su tatuaje en el brazo izquierdo. También tenía otro de una W en el brazo derecho. Ambas señales particulares sirvieron para que sus familiares identifiquen su cuerpo en Tumaco, Colombia.

El video, de 42 segundos de duración, fue enviado por mensaje de WhatsApp, a su grupo familiar el 3 de mayo del 2018.

El militar había llegado 48 horas antes -desde Esmeraldas- al destacamento del Ejército, que se levanta en la cima de una loma. La parroquia Tobar Donoso se encuentra en la provincia de Carchi, pero geográficamente está más cerca de Colombia que de Ecuador. Es constantemente asediada por grupos narcoterroristas, que también mantienen redes de colaboradores en toda la zona.

En esos días la situación en la frontera con Colombia era volátil y peligrosa. La espiral de violencia estaba en su punto más alto, por los atentados que el frente narcoterrorista Oliver Sinisterra, entonces liderado por Guacho, había realizado en Ecuador desde enero de 2018. Esa escalada cobró la vida de diez personas, entre civiles y militares, incluidos los dos periodistas y el conductor de diario El Comercio, que fueron secuestrados en Mataje, el 26 de marzo.

Precisamente, ese mes Guacho había declarado la guerra a Ecuador, y había anunciado que asesinaría civiles, militares y policías. De hecho, había puesto un precio por la cabeza de cada uniformado capturado, que oscilaba entre 8 y 10 mil dólares, según fuentes militares en Tobar Donoso.

El sábado 12 de mayo, por la noche, Ilaquiche y otros tres soldados bajaron al centro poblado de Tobar Donoso.

Llegaron hasta un bar que queda al costado de una cancha de fútbol. Tres de ellos vestían de civil: Wilson llevaba una pantaloneta roja y buzo lila. Empezaron a jugar billar, con un hombre que llevaba muletas. Entonces, una mujer con acento colombiano se les acercó y los invitó a bailar y a tomar cerveza en el segundo piso.

Este portal accedió a un informe inédito de Inteligencia del Ejército. El documento reconstruye lo que ocurrió, y quiénes habrían tomado parte en el secuestro y posterior ejecución del soldado, que inicialmente fue considerado desertor por las autoridades, empeñadas en desvincularlo de los crímenes de los disidentes. En esencia, este documento evidencia que desde el inicio del rapto los jefes militares conocieron perfectamente las circunstancias y los autores, pero públicamente inisitieron en que fue una falta del soldado Ilaquiche.

En el destacamento militar ubicado en Tobar Donoso se realizó la reconstrucción de los hechos en mayo pasado

Una familia de tres integrantes actuaba como informante para los hombres de Guacho en Tobar Donoso. Al igual que el jefe de la disidencia, todos estaban protegidos por una bruja colombiana que les colocó un cordón alrededor del abdomen, además de pulseras y tobilleras ‘curadas’ para que no los persiguieran los miembros de la fuerza pública. “Uno de los colaboradores de los disidentes lleva muletas”.

La captura se produjo cuando una patrulla del Ejército bajaba desde el destacamento para buscar a los cuatro soldados. Al ver las luces de las linternas durante el descenso, en el bar  hubo un alboroto. Los militares se apresuraron para volver al puesto militar.

En ese instante, tres hombres atraparon a Ilaquiche, quien había sido llevado fuera de la casa por la mujer, con engaños. El soldado se resistió y los milicianos lo amarraron, llevándolo por la fuerza hacia una pequeña embarcación. Mientras tanto, varias mujeres –según otros testimonios recogidos en la zona- rogaron que lo liberaran.

Buena parte del pueblo escuchó los gritos desesperados del militar pidiendo auxilio. En medio del forcejeo, uno de los captores le hizo un corte en una mano.

En un intento desesperado por liberarse cuando era trasladado hacia territorio colombiano, trató de lanzarse al río, y en ese instante le dispararon.

La patrulla llegó a Tobar Donoso cerca de la medianoche, halló a los tres soldados y buscó a Ilaquiche durante varias horas, según la versión oficial. Mientras dos de los uniformados no recuerdan lo que ocurrió, otro dijo que lo vio por última vez cuando caminaba con la mujer.

La noticia de la desaparición del militar fue devastadora para Gloria Gavilánez. El domingo 13 de mayo de 2018 era Día de la Madre. A las siete de la noche, el teniente coronel José Gallardo le llamó para contarle que su hijo estaba desaparecido y que según esos primeros reportes había cometido una falta disciplinaria grave. Incluso se lo consideraba un desertor.

El calvario de la familia

El ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, afirmó que Fuerzas Armadas buscaron durante varias semanas al soldado Ilaquiche, y se realizaron patrullajes terrestres y aéreos por disposición del Comando Conjunto.

No obstante, en una comparecencia en la Asamblea, advirtió que el cabo “tuvo una orden de operación de seguridad de frontera en el destacamento” y sabiendo que no podía salir de este sitio “abandonó su puesto de mando en una operación militar con otros tres soldados, violando normas y protocolos de seguridad”.

La familia enfrentó un calvario para buscar a Wilson por sus propios medios. Venciendo el medio por posibles retaliaciones, Henry Sigcha, tío del militar, nos contó lo ocurrido. Dijo que nunca recibieron ayuda del Ejército, que pensaba darle la baja una vez que se cumpliera un año de su desaparición.

La Fiscalía y la Policía le pidieron a él y a la madre del soldado que guardaran silencio, y no contaran lo ocurrido a los medios, ‘para no poner en riesgo la vida de su familiar’, en especial, el capitán de la Unase, Ricardo Castro.

La Fiscalía ecuatoriana aseguró que realizó con su par colombiana una investigación conjunta, en el marco del memorando de entendimiento en materia de cooperación entre ambas entidades. En este caso –agregó- se realizaron 40 diligencias. Pero, la Fiscalía colombiana informó que no hubo ninguna acción coordinada.

El proceso fiscal en Carchi tiene nueve cuerpos. Empezó por desaparición, pero en septiembre, el fiscal de Soluciones Rápidas, Alain Rhea, inició la investigación previa por el delito de secuestro.

Los primeros meses, los parientes de Ilaquiche contrataron un abogado que no logró ningún resultado. En adelante prefirieron seguir solos, asumiendo todos los gastos de los constantes viajes a la frontera y a Colombia, a pesar de sus escasos recursos económicos.

En noviembre, Gloria Gavilánez puso la denuncia en Ipiales (Colombia). No obstante, no hubo avances en la investigación. Ningún funcionario motivó acciones judiciales.

Solamente a mediados de febrero –y después de una infructuosa búsqueda a cargo de la familia- un dirigente de Tobar Donoso les contó que, efectivamente, el soldado había sido secuestrado por tres hombres y luego asesinado, lo cual al parecer era conocido por las autoridades.

Con esa información, la madre y el tío de Wilson decidieron ir nuevamente hacia Ipiales y a Tumaco, para preguntar cómo marchaba la búsqueda. Entonces, las autoridades de la Fiscalía y del GAULA (policía) de Colombia les dijeron que hasta ese momento no conocían nada sobre el caso de Ilaquiche, aparte de la denuncia que su madre había presentado en Ipiales.

En esta ciudad, se reunieron con el cónsul ecuatoriano Patricio Yar, quien inició las gestiones para tratar de ubicar al militar.

En ese doloroso peregrinaje, el 20 de febrero Henry y Gloria llegaron a la Fiscalía de Tumaco. Ahí les confirmaron que ningún agente del GAULA estaba investigando su caso y les recomendaron dirigirse, en compañía de la funcionaria colombiana Diana Ángel, al CTI y al departamento de Medicina Legal.

En Medicina Legal uno de los forenses les preguntó cómo era el cuerpo del soldado ecuatoriano. Su tío describió que tenía dos tatuajes: una letra W en el brazo derecho y un ancla en el antebrazo izquierdo. El médico se sorprendió con el dato y les pidió que le mostraran fotografías para cotejarlo con sus registros.

“El doctor pidió que le repitiéramos los datos”.

Respondió: “tengo un cuerpo con esas características aquí. Nos hizo pasar con la funcionaria del CTI y nos pidió fotos del tatuaje y entonces mi hermana ya se puso mal, ya intuíamos que podía ser él. Mi hermana siempre tuvo la esperanza de encontrarlo con vida. Nunca pensamos que en este viaje encontraríamos a Wilson, y menos en estas condiciones”, relató Henry.

Gloria y su hija se reunieron el miércoles pasado con la defensora Gina Benavides, quien les ha dado todo el apoyo para que puedan concretar el repatriamiento del cuerpo de Wilson.

Viviana, hermana de Wilson, rompió en sollozos. “El investigador nos decía que había coordinación con la Policía y Fiscalía colombianas. En eso confiamos, y también ciegamente en que él estaba con vida, así nos decía. Por eso estábamos seguros de que él iba a regresar, pero no de esa manera. Nos sentimos indignados y desesperados, si bien le agradecemos a Dios por haberlo encontrado”.

Gloria estaba devastada. Luego de recoger sus testimonios nos trasladamos a la Defensoría del Pueblo. Ahí fuimos recibidos por la defensora Gina Benavídez,que tampoco conocía los pormenores del caso.

“Solo espero como madre tener donde llorar, mi hijo se fue caminando pero nunca esperé que volviera de esa manera. ‘Mamita deme la bendición, solo me voy por un mes’, me dijo”. Gloria estaba desolada, era la primera vez que una autoridad se mostraba preocupada por su situación y la de su familia.

En la sala solo se escuchaba el llanto desolador de las dos mujeres, mientras Benavides intentaba consolarlas.

A partir de ese momento, la Defensoría entró en este caso para vigilar el debido proceso y verificar qué actuación tuvo la Fiscalía ecuatoriana y si efectivamente realizó coordinaciones con su par colombiana, antes o después de que el cuerpo fue encontrado por sus parientes.

La reunión en la Defensoría ocurrió el último miércoles de febrero, mientras se esperaban los resultados de las pruebas de ADN. La Fiscalía colombiana confirmó la identidad del soldado secuestrado. Su cuerpo había sido encontrado el 10 de julio de 2018, dentro de una funda plástica enterrado en una fosa a 50 centímetros de profundidad. Tenía heridas por proyectil de arma de fuego, con dos orificios de entrada y dos de salida. Presentaba heridas en el abdomen, la espalda y extremidades.

Aún no se conoce por qué razón las autoridades de Medicina Legal mantuvieron los restos de Wilson tantos meses, lo cual es considerado un milagro por sus familiares. Ellos esperaron diez meses para poder encontrar al militar, repatriar sus restos al país y darle sepultura en Valencia, Los Ríos.