No solo la minería provoca daños en La Maná, Cotopaxi. El secuestro exprés es un delito recurrente en esta zona subtropical. Las víctimas son trasladadas a Quevedo o Valencia, en Los Ríos, para obligarlas a hacerles transferencias económicas o pagos en efectivo como rescate. Los delincuentes operan con sigilo, sin ejercer violencia extrema en este cantón, porque temen la reacción de sus habitantes, que en varias ocasiones han actuado sin contemplaciones para escarmentar a quienes cometen crímenes. El jefe de la Policía no quiso pronunciarse sobre la inseguridad. Si lo hizo la prefecta Lourdes Tibán, quien alerta la escalada de delitos en este cantón. En mayo pasado, militares del Ejército realizaron operativos de control en La Maná.
Por Ana María Carvajal
No importa si es una vía principal o un camino angosto y rústico. En medio de extensas plantaciones de varios tipos de banano, cacao, naranja, yuca y otros productos o grandes territorios de bosque húmedo subtropical, es posible encontrarse de repente con las huellas destructivas de la minería ilegal.
Las señales son claras: no hay vegetación, pero sí trochas, maquinaria, piscinas improvisadas llenas de agua turbia. ¿A dónde va esa agua contaminada con los químicos que se usan para extraer oro y otros minerales? Es la preocupación latente en este santuario, ubicado en el límite entre Cotopaxi y Los Ríos.
En los focos más dramáticos, como la concesión minera Ximena 1, a cargo de la empresa La Maná Rome Gold S.A., desde la vía ya se puede apreciar claramente el daño. Pero desde el aire, se observa como el oramen se vuelve cada vez más profundo y la mina se abre camino, de manera brutal, entre la vegetación.
Esta es, precisamente, una de las tres concesiones mineras del cantón cotopaxense que están en suspenso bajo una acción de protección que aceptó un Tribunal de Garantías Penales, el pasado 25 de junio. Es decir que allí, desde ese día, estaban prohibidas las actividades de extracción. Sin embargo, el pasado 26 de junio un equipo de Código Vidrio constató que la maquinaria en ese campo seguía trabajando. Las otras dos concesiones que están suspendidas con Ximena y Campo Norsul. Pertenecen a la empresa Comiange.

Un informe del Instituto de Investigación Geológico Minero Metalúrgico determinó que hay 11 ocurrencias medianas a lo largo de la vía Pilaló – La Maná. Pero en el Catastro Minero, que consta en el sitio web de la Agencia de Regulación y Control Minero (ARCOM) aparecen 16, la mayoría de oro. De ellas, apenas tres se registran como minería artesanal. Además, aparecen 12 minas de arena, áridos pétreos y piedras de río. Estos datos están incluidos en el Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial de Cotopaxi 2021-2025 (PDYOT).
Ninguna de las empresas que trabajan en La Maná es parte de la Cámara de Minería. De hecho, este gremio informó que la única compañía que tienen asociada en Cotopaxi es La Plata, con exploración avanzada en Sigchos. Según la Cámara, “la empresa que tiene los problemas es de pequeña minería legal, pero que no ha cumplido con los requisitos mínimos. Nosotros creemos que la legalidad es solamente el primer paso, pero aparte, estimamos que para hacer una minería industrial responsable, como la que representamos, se debe cumplir con estándares nacionales e internacionales”. La entidad agregó que su posición es que la ley y los controles deben respetarse y las empresas que no lo hagan, deben atenerse a las consecuencias.
Los registros históricos del cantón dan cuenta de que desde 1947 se encontraron lavaderos de oro en Estero Hondo. La Prefectura de Cotopaxi recogió el testimonio de Abdón Sevillano, uno de los fundadores de La Maná, quien relató que esa zona había trabajadores que explotaban caucho y luego de almorzar se acercaban al río para lavar sus platos. Un día se encontraron pedazos de oro en el agua y sin mucho aspaviento, lo sacaban para venderlos después. Pero la noticia se regó y atrajo migración, especialmente desde sectores mineros de la provincia de Azuay y del cantón minero por excelencia: Portovelo, donde son expertos en lavar oro.
El agua que la empresa Splendor embotella en la zona y que incluso se exporta, por su calidad, se descubrió después, en los terrenos que pertenecían a Guillermo Sotomayor, quien fue candidato presidencial y un personaje muy recordado en La Maná, por sus historias y leyendas. Él también explotaba oro, hasta que entendió que era más importante preservar el entorno y el agua que extraer el precioso metal, reseña el latacungueño Germán Albán, uno de los promotores de la cantonización de La Maná.

Mineros toman control de una vía
Pero ahora, la situación es preocupante, dice Albán, porque conforme la minería crece afecta más a la naturaleza y a los recursos que consumen los lamanenses. “Yo tengo miedo de lo que está pasando en el Oriente, el río Napo”. Fue una de las razones por las que, cuando fue funcionario municipal, Albán le negó los permisos de uso de suelo a Comiange. Además, explica que no cumplía con los requisitos de ley. Según Albán, los mineros se tomaron una vía pública para sus trabajos de extracción. La gente que quiere ir al río Calope y a las Siete Cascadas debe tomar una ruta mucho más larga porque el camino más directo tiene cadenas, que puso la minera, según su testimonio y el de otros pobladores.
La ausencia de controles periódicos es evidente. En los regsitros de la ARCOM se indica que el último operativo en la zona fue hace casi tres años, en septiembre de 2021. Esa ocasión, los funcionarios comprobaron que había “personas ajenas a la concesión que ejecutaban actividades mineras, incurriendo así en el incumplimiento de la ley de Minería”.
El problema con la minería, dice el biólogo Santiago Yerovi, es que en la medida en que se descubren metales nobles llegan otros fenómenos como la expropiación de tierras, la eliminación de grandes extensiones de bosque para generar claros. Como consecuencia llega la destrucción total del ecosistema. Agrega que el tipo de químicos (el cianuro es el más dañino) que se usan para extraer oro en la zona no solo contamina la tierra y el agua de los ríos, sino que puede filtrarse y llegar a las fuentes de agua subterránea.
Grupos opuestos a la extracción de oro
Además, existe una resistencia de varios sectores de la población. Por ejemplo, en La Maná, como en toda la provincia, existe un frente de defensa de los territorios, dice Apawki Castro, miembro del Movimiento Indígena de Cotopaxi (MIC). Hay grupos numerosos que se oponen al extractivismo y por ello han ocurrido violentos enfrentamientos como el de marzo pasado, en Palo Quemado. Castro afirma que el MIC sabe que la zona del subtrópico está concesionada pero no están de acuerdo y mucho menos si se trata de minería ilegal.
El MIC no apoya la minería legal ni la ilegal, pero le preocupa que exista un vacío desde el Estado del que varios actores aprovechan, porque el control es ineficiente. “Esa no es competencia de las comunidades, ni de la estructura organizativa, porque nosotros no contamos con recursos ni fuerza pública para resguardar ni cuidar”, destaca Castro. “Ahora se presentó la ley de consulta previa, libre e informada para que en los territorios tengamos la potestad de decir si permitimos o no la explotación”, afirma.

El PDYOT de Cotopaxi señala que la calidad del agua del río San Pablo, el más grande de La Maná, estaba a niveles medios de viabilidad, pero presentaba contaminación por varios drenajes de la parroquia El Tingo-La Esperanza, en Pujilí, y también en La Maná. Una de las principales razones, de acuerdo con el informe, eran los desechos contaminantes de las actividades mineras residuales de las minas de Macuchi y por la disposición de los desechos sólidos de la ciudad. Otro problema es el uso de agroquímicos que llegan al río a través de los sistemas de riego.
La tragedia de la abundancia
El problema es que precisamente La Maná y Pangua, que son cantones vecinos, es donde mayor cantidad de ricos minerales se ha encontrado. Y la minería trae consigo no solo contaminación sino miedo. Es un imán para mineros ilegales codiciosos. La gente del pueblo prefiere no identificarse cuando exterioriza esta preocupación. Los moradores comentan que desde hace décadas llegan mineros de otras provincias y se presentan como artesanales. Solo que ahora están preocupados de que no sean solo mineros sino actores delictivos, lo cual ya ha ocurrido en otras zonas como el cantón Camilo Ponce Enríquez, en Azuay, o en Buenos Aires, en Imbabura. En estas zonas los grupos criminales desbordaron las capacidades del Estado.
Silencio de la Policía, en medio del despunte delictivo
Durante una semana, este medio intentó buscar una versión del jefe de la Policía en La Maná, el teniente coronel Iván Monteros, o un vocero designado por la Comandancia, pero no obtuvo ninguna respuesta. Tampoco se pudo obtener cifras oficiales de índices delictivos.
Sin embargo, la seguridad es un tema singular, complejo. Un exmiembro de la Policía, que pidió no revelar su identidad, comentó que esta es una ciudad tranquila, pero que la delincuencia permea cuando la gente está descuidada, como en otros cantones.
Lo que sí ha pasado y lo destacan trabajadores, meseros, tenderos y más habitantes de la zona, es que el secuestro exprés se ha disparado. Los delincuentes, dicen, no ejercen violencia extrema, como en cantones vecinos, porque temen la reacción de los lamanenses. Pero sí se llevan a sus víctimas vía Valencia o Quevedo (Los Ríos), para exigir que hagan transferencias o saquen dinero de un cajero para liberar a sus víctimas. No obstante, la gente no suele presentar denuncias.
A las 19:00 del 21 del octubre de 2023, una unidad policial fue alertada porque una numerosa turba retuvo a tres personas a las que señalaban porque habrían llegado a la zona a ‘vacunar’. La comunidad enfurecida quemó primero una moto y luego linchó y quemó a los tres retenidos.

La situación preocupa a Lourdes Tibán, prefecta de Cotopaxi, quien dice que la seguridad está a cargo del Ejecutivo. Sin embargo, “desde la Prefectura estamos tratando de hacer un trabajo de colaboración, pero es imposible”, recalca.
Relata que esta semana un contratista que comenzó un trabajo de pavimentación en Pangua, vecino de La Maná, sufrió un ataque criminal. “Nadie quiere ir a trabajar en el subtrópico, es un gravísimo problema porque hay tres o cuatro secuestros al día y nadie lo dice, lo ven como algo normal, pero a los empresarios que hemos contratado, si se salvan de una balacera así, ya no quieren ir”.
Los perjudicados le han enviado informes escritos a la Prefecta, con las fotos de sus autos con huellas de los ataques.
La entidad que está a cargo de la Mesa de Seguridad es la Gobernación, pero según Tibán, cuando ella quiso tocar el tema, le dijeron que no se meta en lo que no le corresponde. No obstante, ella considera necesaria una articulación desde el Ejecutivo en la seguridad con los gobiernos locales. “Estoy un año en el cargo y nunca me han convocado; ni sé qué es lo que están haciendo”.
Cuando los transeúntes circulan por La Maná, todo transcurre en aparente calma, pero los habitantes alertan a los turistas no bajar la guardia, tener mucho cuidado. Un equipo de este medio visitó el Municipio para buscar una entrevista con el alcalde, Hipólito Carrera, sin éxito. Al salir, un guardia preguntó si la periodista estaba sola y si tenía cómo irse. “En realidad, dijo, aquí es tranquilo, pero siempre hay que estar pilas”. La gente suele recomendar a los visitantes “no dar papaya”.
Vecinos incómodos
Lo que sucede -dice Albán- es que La Maná está viviendo en conurbación con Quevedo y Valencia y hay falta de planificación en los tres cantones. Los niveles de inseguridad en las ciudades vecinas son altos y eso salpica a este cantón de Cotopaxi, pero no se desborda porque los delincuentes no quieren correr la misma suerte que quienes fallecieron esa noche de octubre en la vía principal de ese lugar. Esas dos poblaciones de Los Ríos son epicentros de actividades de grupos criminales que operan para el narcotráfico.
Freddy Vega migró desde Pujilí hacia La Maná hace 35 años. Dice que si bien la delincuencia no es tan alta como en otros puntos del país, sí ha aumentado. Eso ha provocado una afectación al turismo. Eso, sumado a que el año pasado el río Calope se llevó un puente importante, y destruyó la ruta hacia Moraspungo, que se perdió.
En ese sector el asfaltado es reciente, llegó hace unos cuatro años. “Podríamos decir que en ese entonces, cuando llegó el asfalto, gritábamos la gloria, porque empezaron a entrar muchos turistas de todos lados, porque cuando teníamos piedra no venía tanta gente. Se vendía muchísimo pero eso ya pasa menos”. Los días en que más visitas de turistas reciben son los feriados y en las vacaciones escolares.
Vega cuenta que por La Maná suelen caminar personas simulando ser trabajadores, llevando maletas pequeñas: “En realidad, están buscando alguna víctima”. Lo más común son los robos de motos y los secuestros, dice, como todos los consultados para esta nota. “Varios moradores o estudiantes se ven afectados con robos de teléfonos o de moto. Pero La Maná y Cotopaxi son de esos sectores que no perdonan al delincuente. Aquí han pegado, han quemado. Aquí la Policía se ha visto en compromisos porque la gente es bastante unida”.