Por Ana María Carvajal
Asaltos, asesinatos, masacres en los centros de rehabilitación social, saqueos, protestas y otros crímenes y situaciones de convulsión social tienen cada vez mayor difusión en medios de comunicación y en redes sociales. La violencia se comenta a diario en chats y conversaciones en el entorno social, familiar o laboral y el miedo se intensifica entre la gente.
El bombardeo de información de este tipo despierta angustia, indignación y temor en la comunidad. Este tipo de imágenes se viraliza con facilidad y por ello es un terreno fértil para la desinformación.
Un ejemplo de ello son los cientos de videos y fotos que han circulado durante el último paro nacional. Aunque muchos son reales y actuales, hay otras que no lo son. Se trata de imágenes de otros países, otras ciudades, de otras protestas o simplemente son videos trucados o falsos. Desde las cuentas de Twitter, Facebook, Instagram y otras redes, autoridades y dirigentes de movimientos sociales a diario desmienten información tergiversada o falsa.
Si bien las impactantes imágenes que llegan a nuestros celulares en muchas ocasiones son fragmentos de hechos reales que nos comparten incluso autoridades y periodistas sin filtro alguno, es importante entender que no somos protagonistas de esa historia. La catedrática María Fernanda Noboa señala que estas imágenes generan “un sentido de mundo, porque crees que ver es vivir la realidad”, pero en realidad lo que se ve es la lógica de realidad que otro quiere contarnos.
Por lo general, la desinformación se cuela más por el lado de la violencia en las calles. Por ejemplo, en abril se viralizó un video de gente que supuestamente salió en sus motos a atacar a los quevedeños con armas de fuego. Luego, la Policía aclaró que en realidad eran personas que en Halloween quisieron lucir su disfraz inspirado en una serie de TV. En mayo se difundió otro video de un supuesto secuestro de un bebé y robo de vehículo en Cumbayá. Aunque las imágenes son reales, no así la historia que atemorizó a los quiteños, pues en realidad el robo del auto ocurrió en Tijuana. Los medios mexicanos no reportan nada sobre un bebé.
La violencia no puede ocultarse, pero el reto tanto para los periodistas y medios como para cada persona que difunde información al respecto es hacerlo con respeto y con empatía hacia el dolor de los demás. Finalmente, el periodista Dimitri Barreto señala que es importante que entendamos por qué la gente cae en las redes de la desinformación y qué le hace difundir el material que llega a sus manos sin estar consciente del efecto que causa en su entorno y en la sociedad. Subraya la responsabilidad del periodismo en ese contexto.
Las audiencias también pueden frenar los bulos, la información descontextualizada y la ola de imágenes violentas y crudas que inundan a las redes sociales y aplicaciones de mensajería. Recuerde que no todas las fotos, videos y textos que recibe son fiables o se deben compartir. Si usted rompe la cadena de reenvíos, también ayudará a parar la desinformación.